En plena era digital, las marcas vuelven a apostar por lo analógico como estrategia de conexión con los consumidores. El exceso de pantallas y estímulos online ha generado cansancio, y cada vez más personas buscan experiencias tangibles que puedan sentir, coleccionar y guardar. Desde productos físicos hasta espacios de encuentro, las compañías redescubren el valor de lo sensorial para generar vínculos más auténticos.
Ejemplos sobran: el coleccionismo sigue vivo con figuras, ediciones limitadas o colaboraciones exclusivas; la fotografía analógica experimenta un renacimiento con cámaras de Kodak, Fujifilm y Polaroid; y los libros en papel mantienen su vigencia a través de ferias, clubes de lectura y recomendaciones de celebridades. Todo apunta a que la nostalgia y la autenticidad son hoy poderosos motores de consumo.
Los festivales y eventos presenciales refuerzan esta tendencia, ofreciendo experiencias que el mundo digital no puede replicar. Allí, las marcas despliegan activaciones que invitan a vivir la música y la cultura en primera persona. En un mercado saturado de lo virtual, lo analógico se transforma en el nuevo diferencial: un regreso estratégico a lo real como respuesta al agotamiento digital.

